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A veces conviene pensar

Impuestos a las nuevas tecnologías

El director de Netgate y vicepresidente de la Cámara de la Economía Digital, Álvaro Lamé.

Por Anailen Nassif Gopar, de www.uruguay30.com, especial para NOVA

El Ministerio de Economía y Finanzas de Uruguay ha propuesto que se estudie un proyecto de Ley que regule las aplicaciones utilizadas por celulares con el fin de regular servicios tales como Uber (alquiler de autos con chofer) y Airbnb (alquiler de propiedades temporales) entre otras.

En una exposición anterior y por este mismo canal, habíamos expuesto el fenómeno que la tecnología está provocando en las sociedades de consumo y especialmente el crecimiento de la vinculación directa entre consumidores y proveedores.

Estas empresas que crean una nueva forma de comerciar, recordemos, son denominadas disruptivas.

En las últimas horas el director de Netgate y vicepresidente de la Cámara de la Economía Digital, Álvaro Lamé, declaró públicamente que el proyecto de Ley “seguramente se va votar en pocos días más” y remarcó que se debe tener “coherencia” al analizarlo.

En ese marco, Lamé dijo “tenemos que ser coherentes con el Uruguay del Plan Ceibal y de la Agesic (Agencia de Gobierno Electrónico y Sociedad de la Información y el conocimiento)”, que son “tecnologías de la información para mejorar”.

El centro de la discusión es pagar impuestos. El centro del análisis pasa porque las empresas que desarrollan estas aplicaciones (Apps) se registren y paguen como cualquier comerciante, empresario, productor o empleado. Hablamos de DGI, Banco de Previsión Social, etc. Lo que coincida con la rama de actividad.

Sin embargo, Álvaro Lamé tiró sobre la mesa una interesante observación: “el gobierno está ‘cobrando al grito’” (refiriéndose al proyecto de Ley), ya que “integrar la revolución digital no pasa sólo por restringir las aplicaciones. El proyecto para controlar las aplicaciones online puede restringir seriamente el avance tecnológico.” Y para rematarlo agregó: “No es buena señal”.

Muchas veces para entender el presente no hace falta más que mirar un poquito para atrás.

Antes de la crisis del 2002 la estatal energética UTE ofrecía la posibilidad de comprar electrodomésticos que se pagaban con la factura de electricidad. Casi en simultáneo la monopólica telefónica ANTEL comenzaba a poner en el mercado el aluvión de celulares “ladrillo” que siguieron su camino hasta los hoy consabidos “azulejos”.

Más acá en el tiempo, se implementó el Plan Ceibal (una computadora por niño) y en cada casa apareció una “compu” por primera vez. El mercado automotor creció exponencialmente. Dentro de poco “no van a haber más vacas que uruguayos” sino “más autos que uruguayos”, diría un corajudo.

En resumen: nos llenamos de electrodomésticos y cuando hubo crisis energética nos enseñaron a cuidar el consumo bajando la temperatura de los aires acondicionados.

Tenemos un celular y medio por persona pero al Estado le preocupa que utilicemos las aplicaciones que se nos ofrecen las empresas disruptivas.

Además la telefónica cada vez coloca menos teléfonos fijos y la gente no gasta en planes ni tarjetas para los móviles: te “clava un visto” en el WhatsApp y listo. El Plan Ceibal sigue.

Los niños aprenden (solos, con la maestra o como pueden) a manejar la tecnología. Por lo tanto están viendo otras realidades. No le dimos una computadora: le dimos una ventana, le dimos la libertad para salir de la caverna.

Asimismo hay autos en la calle como nunca. La bonanza (o los créditos bancarios o la suerte) hizo que miles de uruguayos tengan auto, lo cambien, lo compren “Cero K” y se hagan un “Ocho” para mantenerlo…pero hay un problema: apareció Uber. Y en medio de todo esto, el Estado (gordo, pesado, con las rodillas duras, la ropa chica y siempre con hambre pregunta: “¿y los impuestos?”.

Aquí el tema a analizar primero no es que paguen o no impuestos. Antes valdría pensar si acaso, como país, como comunidad, no hemos cometido el error crónico de “ir siempre corriéndola de atrás”. Nunca “cabeza a cabeza”, siempre “a placé”.

Dos por tres a las personas nos da por pensar. Deberíamos hacerlo mejor, más seguido, más rápido y más abiertos al mundo. Sería bueno recuperar algo del tiempo perdido, por ejemplo el que se nos fue con la discusión sobre la capacidad académica del Vicepresidente de la República.

Dos por tres conviene pensar. Es el único ejercicio que abre puertas, resuelve problemas, evita brutalidades, visualiza el futuro y emprende realidades.

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