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Elecciones 2019

Israel: no importa el bloque que triunfe, el statu quo reinará

Benjamín Netanyahu, primer ministro de Israel. (Dibujo: NOVA)

Por Daniel Kupervaser, desde Israel para La Voz y La Opinión

A nadie le debe sorprender la inconcebible credulidad de gran parte del electorado israelí ante la larga lista de promesas, comúnmente disparatadas, en boca de los distintos candidatos en el período previo a las elecciones. La tendencia generalizada lleva a gran parte de la población a relacionarse seriamente con estos idílicos o aciagos proyectos (depende de la inclinación política tradicional del ciudadano) sin siquiera sopesar que se trata de un ardid mediático destinado a condicionar su comportamiento electoral.

El futuro del conflicto con los palestinos es, sin duda, uno de los temas centrales que ocupa tanto al liderazgo del país, como a sus ciudadanos. Justamente, alrededor de este aspecto de la política israelí es que el público es partícipe en este tiempo preelectoral de un show imperdible.

El estampido que disparó los acontecimientos fue obra de Benjamín Netanyahu cuando sorpresivamente se presentó ante los medios informáticos para divulgar su propuesta en el futuro gobierno bajo su mando: la anexión e imposición de soberanía israelí a la zona de Cisjordania denominada Valle del Jordán (cerca del 20 por ciento del territorio de Cisjordania).

Netanyahu presenta el proyecto de anexión del Valle de Jordán

No vale la pena centrar la discusión alrededor de las olas de apoyo e identificación con la propuesta frente a las feroces críticas y repudios de parte de la oposición. Todo ello fue parte del juego electoral. Muy pocos le dedicaron un análisis serio. Da la impresión que el público israelí no aprendió nada de las bombásticas declaraciones de Netanyahu en periodos previos a elecciones. ¿Será posible que ya se olvidaron de su promesa electoral de 2009 de abatir a Hamas y limpiar Gaza de terroristas? Con los años, Netanyahu se convirtió en uno de los principales factores que se preocupa por el financiamiento y existencia de Hamas en el poder. La imagen de semana atrás de Netanyahu disparando a buscar refugio por misiles lanzados por Hamas a un mitin de su partido en Ashdod, es la mejor demostración de la seriedad de las promesas preelectorales de Netanyahu.

Netanyahu en búsqueda de refugio ante misiles de Hamas

Para entender el carácter únicamente publicitario-electoral que prácticamente carece de toda posibilidad de materializarse en el futuro, vale la pena poner de relieve ciertos aspectos del trasfondo de la propuesta y de las posibles consecuencias de su puesta en práctica. El proyecto original de Netanyahu consistía en declarar en esa oportunidad la anexión inmediata del Valle del Jordán. Una rápida intervención en tonos muy elevados del General Cojavi, jefe del Estado Mayor del Ejército y de Nadav Argeman, jefe del Shabak, los servicios de seguridad de Israel, condujo a Netanyahu a modificar a último momento la declaración para convertirla en promesa para el próximo gobierno.

Como es natural en Netanyahu, en esta oportunidad intentó ocultar el tropezón acusando a Avijai Mandelblit, fiscal General de Estado, de oponerse por motivos legales. Del Ministerio de Justicia se informó que esa afirmación carece totalmente de veracidad y que no se planteó ninguna oposición de parte de su personal. No es para sorprenderse que estos funcionarios de Seguridad frenen a políticos ante proyectos de peligrosas aventuras. Ya durante su segundo mandato (2009-2013), quienes tenían las mismas funciones junto a Meir Dagan, jefe del Mossad, se opusieron a la orden de Netanyahu de prepararse para atacar las instalaciones atómicas de Irán.

Más aún, todo ser pensante es consciente que la materialización de una decisión de anexar una mínima parte de Cisjordania a Israel conllevará la inmediata decisión de la cancelación definitiva de los acuerdos de Oslo, la disolución por propia iniciativa de la Autoridad Palestina, con el consecuente traspaso de la responsabilidad total de la supervivencia y seguridad de 3 millones de palestinos a Israel. No solo representa una carga que difícilmente la sociedad israelí pueda soportar, sino que oficialmente significa la consolidación de un Estado para dos pueblos. Los funcionarios de Seguridad saben el significado de su responsabilidad. Hay serias dudas de que Netanyahu y sus aduladores la sepan.

La experiencia demuestra que, en todas las cadencias anteriores, Netanyahu finalmente encajonó todas esas provocativas propuestas electorales para retornar a la vieja, reconocida y comprobada política: el statu quo. Si parte del pueblo es tonto y continúa tragándose sapos, no hay motivo para que no lo intente nuevamente. La mejor caracterización genérica del caso pertenece al reconocido periodista Najum Barnea: “Las promesas preelectorales de candidatos son como los espejitos a los indios. Más que reflejar las intenciones del candidato, revelan su opinión sobre el discernimiento de los prosélitos que lo votan”.

Pero el statu quo no será el componente que domine únicamente la política de Netanyahu en el conflicto con los palestinos. Es también la parte central de la plataforma electoral de su principal contrincante: Azul y Blanco. Así lo expresan claramente: “Fortaleceremos los bloques de asentamientos judíos (Regiones de Ariel, Gush Etzion y Maale Adumim) y permitiremos una vida normal en todo lugar donde vivan israelíes. El Valle del Jordán será el límite oriental de seguridad de Israel. Permitiremos un rápido desarrollo económico en los territorios de la Autoridad Palestina y tendremos opciones abiertas a un arreglo político futuro” (“Plataforma Electoral de Azul y Blanco”). Más aún, Benny Gantz demostró que no quiere ser muy diferente de Netanyahu. En una gira por el Valle del Jordán declaró que “el Valle del Jordán será parte de Israel en todo acuerdo futuro”.

En la jerga israelí, el concepto “statu quo” tiene un significado muy claro y que se distancia años luz de cualquier interpretación de congelamiento de una situación. Para la gran mayoría de la sociedad israelí el statu quo no es más que un proceso por el cual Israel lleva adelante un proceso de “anexión paulatina” de los territorios palestinos. Tanto la política del “statu quo”, como la alternativa de la anexión unilateral según la propuesta de Netanyahu, necesariamente conformarán en el futuro, cada una a su ritmo, el Estado binacional con equilibrio poblacional entre judíos y palestinos.

Hay alternativas que no representan peligro existencial para Israel, pero la sociedad israelí, borracha por la fuerza y el apoyo incondicional y ocasional del servilismo estadounidense, es incapaz de elevar la vista y mirar el horizonte.

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