¿Hay farándula en Uruguay? El fenómeno de mirar hacia Argentina pero no tolerar el espejo local
Por Gabriel Pereira, especial para NOVA
La pregunta flota hace tiempo en el aire: ¿existe realmente la farándula uruguaya? Aunque muchos aseguren que sí, los comportamientos del público, los medios y hasta los propios protagonistas parecen demostrar una contradicción. En Uruguay se consume con pasión la farándula argentina —los escándalos de LAM, los romances de los realities, los cruces en vivo— pero cuando el foco se posa sobre figuras locales, el disfrute se transforma en incomodidad.
Existe si, pero no es Robert Silva, es Marcel Daset pic.twitter.com/e9r4KjyxId
— 🇺🇾 𝔸𝕃𝕀ℕ𝔸 𝔹ℝ𝕀ℕ𝔸 🇵🇸 (@AlinaCullen0) December 28, 2024
¿Por qué sucede esto? Hay varios factores que explican esta especie de “doble moral del espectáculo” nacional.
Primero, la escala del medio uruguayo. En un país chico donde todos se conocen, cualquier comentario, crítica o chimento se siente personal. Lo que en Buenos Aires se ve como parte del juego mediático, acá se vive como un ataque directo. Los protagonistas no están acostumbrados a la exposición y el público tampoco a verla como algo normal.
Segundo, el miedo al qué dirán. En Uruguay aún persiste una cultura muy conservadora respecto a la fama, la exposición y el conflicto. Se admira al que triunfa afuera, pero se castiga al que intenta brillar adentro. La figura del “figura local” genera una mezcla de fascinación y rechazo: nos gusta tenerlos, pero no soportamos verlos “demasiado agrandados”.
Tercero, la falta de industria de entretenimiento sólida. Los programas de chimentos o espectáculos todavía están en construcción y, muchas veces, son los mismos artistas quienes no colaboran con el formato. En lugar de entender la crítica o la exposición como parte del show, se enojan o se cierran al diálogo. En ese punto, la farándula argentina juega con ventaja: su maquinaria mediática lleva décadas funcionando y todos saben el rol que cumplen dentro del sistema.
Pero hay que reconocer que Uruguay tuvo pioneros que se animaron a romper el molde y darle visibilidad al periodismo más “amarillento”, ese que mezcla información, ironía y show. Marcel Daset, Luis Alberto Carballo y Seba Oreiro fueron algunos de los nombres que abrieron el camino, llevando el espectáculo a la televisión con desparpajo, lenguaje directo y sin miedo al qué dirán. Gracias a ellos, el periodismo de espectáculos comenzó a encontrar su identidad y su propio tono local.
Finalmente, hay un tema cultural: Uruguay tiene talento, pero le cuesta generar personajes. Faltan figuras que entiendan que el entretenimiento no solo está en el escenario, sino también en el relato, el personaje, la narrativa. Los pocos que lo hacen, terminan destacando justamente por animarse a jugar el juego mediático sin miedo.
Entonces, ¿hay farándula en Uruguay? Sí, pero en versión beta: sensible, discreta y todavía en proceso de maduración. Lo que falta no es talento ni historias, sino aceptar que el espectáculo también necesita chispa, debate y un poco de picante. Porque si algo queda claro es que el público uruguayo sí quiere farándula, aunque aún no se anime a mirarse al espejo y admitirlo.








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