Por Abel Niquinga Ruiz (*)
La política construye el espíritu humano sobre la base de principios y valores.
La política es la herramienta fundamental de defensa y reivindicación de los derechos humanos, por eso es legítima, más allá de la legalidad.
La política es un ejercicio de libertad de la conciencia humana.
La política es una radiografía histórica, de la idiosincrasia cosmopolita del poder político del Estado, valga la tautología.
La política tiene como naturaleza dialéctica, ser una lucha de inteligencias.
La política es la conducta innata del ser humano, su educación es el ejercicio de las libertades.
La conducta política tiene como característica su madurez en el raciocinio de la lucha de clases y en denunciar las formas de dominación de la libertad.
El pensamiento político se forja en las contradicciones socioeconómicas.
No concurre en el proscenio de la política, algún ato de aquello que es el albañal.
Su discurso revolucionario orienta el destino político de la sociedad, cimentado en el conocimiento estadístico de su geografía económica y humana.
La acción política de gobierno mide las fortalezas y debilidades de los grupos antagónicos, esto depende de la estrategia en el tiempo y espacio; para el efecto, siempre es necesario aplicar las reglas del ajedrez.
La demagogia es el enemigo de la política, se disfraza de hipocresía, la protesta social es su epitafio perpetuo.
La dictadura, perfil del “hombre mediocre”, no concibe la razón de ser de la política, de ahí que la integridad humana tiene un riesgo al no identificar sus primigenios pasos.
(*) Director jurídico de la coordinadora andina de los Derechos Humanos CADHU Ecuador.