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Recuerdos

La tragedia del avión uruguayo en la Cordillera de Los Andes

El 13 de octubre de 1972 un avión de la Fuerza Aérea Uruguaya se precipitó en la Cordillera de Los Andes.

Por Gustavo Zandonadi, especial para NOVA

El 13 de octubre de 1972 un avión de la Fuerza Aérea Uruguaya se precipitó en la Cordillera de Los Andes. La nave cubría el trayecto Montevideo-Santiago de Chile trasladando a un combinado de rugby representativo del Old Christians Club, un equipo amateur conformado por alumnos del Colegio Stella Maris, de la capital uruguaya.

El contingente de jóvenes se dirigía al país trasandino con la finalidad de disputar un partido contra el Old Boys Club, en la capital chilena. El día del accidente se encontraban en el avión 40 personas, entre jugadores y familiares que los acompañaban, más la tripulación compuesta por 5 integrantes.

La aeronave salió del Aeropuerto Internacional de Carrasco el jueves 12 de octubre. Debido a una tormenta de nieve tuvo que hacer una escala de 24 horas en Mendoza.

El plan de vuelo estaba diseñado considerando las inclemencias del clima, las condiciones técnicas del avión, la cantidad de pasajeros y el consumo de combustible. La nave despegó pasadas las 14 horas del viernes 13 de octubre.

El accidente

La investigación posterior dio crédito a la versión que atribuyó responsabilidad al piloto que actuó confiado, subestimando la situación. El fuselaje quedó destruido como producto de los impactos con las montañas.

Sufrió tres colisiones antes de detenerse a 4000 metros sobre el nivel del mar. En la primera perdió el cono de cola y dos filas de asiento. La segunda arrancó el ala derecha y la última, hizo lo propio con la izquierda.

Un total de 5 personas encontraron la muerte al salir despedidas por la cola del avión al momento de romperse (teniente Ramón Saúl Martínez, Orvido Ramírez (auxiliar de vuelo), Gastón Costemalle, Alejo Hounié y Guido Magri) Minutos después cayeron otros dos: Daniel Shaw y Carlos Valeta.

Otros cuatro fallecieron por el choque del avión contra un banco de nieve: Francisco Nicola (médico del equipo) y su esposa Esther Nicola; Eugenia Parrado y Fernando Vázquez (estudiante de medicina). El piloto Julio César Ferradas murió en el acto. El copiloto Dante Héctor Lagurara quedó malherido y pidió ser rematado. Inicialmente sobrevivieron 33 personas, pero varios murieron en los días siguientes. El saldo final fue de 16 sobrevivientes.

Antropofagia en condiciones extremas

Los dos grandes enemigos que tuvieron los sobrevivientes al accidente fueron el frío extremo y la escasez de alimentos. Roberto Canessa y Gustavo Zerbino (estudiantes de medicina) se encargaron de dar atención médica (en un escenario completamente adverso y sin contar con insumos) conocer el estado de cada uno. La primera noche murieron cinco personas más.

Cada noche los sobrevivientes tuvieron que soportar temperaturas de 30 grados bajo cero. Al undécimo día escucharon por radio que la búsqueda se daba por concluida. Desde ese día los uruguayos quedaron abandonados a su suerte. Los alimentos fueron racionados, pero era necesario tomar una medida más enérgica.

En esas horas difíciles, el grupo debatió y aprobó la propuesta de alimentarse con carne de los fallecidos. Algunos lo hicieron con muchas reservas, por su condición de católicos. Otros, conscientes de que no había alternativas, todos aceptaron.

El 29 de octubre una avalancha de nieve invadió el fuselaje y mató a 8 personas: Enrique Platero, Liliana Methol, Gustavo Nicolich, Daniel Maspons, Juan Menéndez, Diego Storm, Carlos Roque y Marcelo Pérez. Esto convenció a una parte del grupo de salir a buscar ayuda.

Búsqueda de ayuda

Fernando Parrado, Roberto Canessa, Numa Turcatti y Antonio Vizintín fueron los designados por el grupo para ir a buscar ayuda. La tarea no era fácil: tenían que encontrar una aguja en un pajar. Mientras ellos se encomendaban a Dios para buscar ayuda, en los días siguientes murieron Arturo Nogueira, Rafael Echevarren y Numa Torcatti (este último murió por inanición. Se negó a comer carne humana).

La expedición tuvo una baja (Torcatti). Durante unos días caminaron con rumbo errático (no disponían de mapas, brújulas ni de ningún otro elemento) Como los víveres se estaban terminando, el grupo acordó que Vizintín debía volver al fuselaje. Canessa y Parrado usaron marcha, pero la Cordillera era interminable.

Convencidos de que no tenían nada que perder, el dúo oriental decide continuar marcha. Los guiaba la idea de encontrar la salida o -al menos- morir en la búsqueda. Diez días después de caminar hacia el oeste, encontraron elementos que hacían presumir que había vida humana.

En un lugar que no pudieron precisar, apareció el hombre que los devolvió a la vida: el arriero chileno Sergio Catalán. Este hombre los asistió en primer lugar y dio aviso al Ejército Chileno. Las Fuerzas Armadas trasandinas reanudaron la búsqueda y Parrado fue quién los guió hasta el avión siniestrado. El 22 de diciembre de 1972 terminó el calvario de los uruguayos en la Cordillera.

50 años después

Los sobrevivientes pasaron por un proceso de readaptación a la vida normal. Al momento de la tragedia eran jóvenes de entre 18 y 21 años, hoy son señores que rondan los 70. Se dedicaron al comercio, al ejercicio de sus respectivas profesiones y a brindar conferencias en todo el mundo.

Entre los sobrevivientes se encuentra Carlos Páez Rodríguez, hijo del reconocido artista Carlos Páez Vilaró, quién emprendió una búsqueda personal cuando la Fuerza Aérea Uruguaya había comunicado la decisión de darla por finalizada el 21 de octubre.

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