Orsi promete terminar con el clientelismo: ¿salvador de la república o vendedor de humo?

A 54 días de asumir, y con un país que se le desarma entre las manos, Yamandú Orsi decidió sacar de la galera su primer "gran" anuncio: un proyecto de ley que, en teoría, eliminaría el clientelismo en las intendencias. Sí, ese mismo clientelismo que su partido también ha sabido usufructuar cuando le tocó.
La propuesta busca imponer concursos públicos para todo ingreso a gobiernos departamentales, prohibir nombramientos a dedo y auditar cada designación. Suena lindo en los papeles, como tantas otras promesas de cambio que terminan archivadas en el cajón del olvido.
Abr. 2020 Lacalle Pou
— AltaFacha Ⓜ️ (@AltaFachaUy) April 26, 2025
Abr. 2025 Yamandú Orsi
No sé.
Vos ve... 😘 pic.twitter.com/tLRg55LCrR
Por supuesto, Orsi apunta al Partido Nacional, al que acusa (no sin algo de razón) de haber transformado intendencias enteras en cotos de caza para militantes, amigos y familiares. Pero en el Frente Amplio nadie parece recordar que en su propio corral también pastan unas cuantas vacas sagradas puestas a dedo.
El proyecto contempla prohibir designaciones en años electorales, obligar a concursos públicos auditados, e incluso imponer cuotas para colectivos vulnerables. Todo muy inclusivo, todo muy transparente, pero mientras tanto, las intendencias siguen funcionando como reinos de taifas y los acomodos se reparten como pan caliente.
El Congreso de Intendentes, dominado por el Partido Nacional, ya lanzó el grito al cielo. ¿Cómo no? Si el negocio de los favores y los puestitos corre peligro. Alegan “autonomía” municipal, ese escudo que durante décadas sirvió para encubrir la peor corrupción cotidiana: la del “te doy trabajo si me votás”.
Más de 40.000 funcionarios pueblan los gobiernos departamentales, muchos nombrados de manera discrecional. Cada contrato a dedo no solo devora presupuesto, sino que condena a la administración pública a la mediocridad eterna.
Y ahora, de golpe y porrazo, nos quieren vender que todo eso va a cambiar mágicamente con una ley escrita entre café y café en Montevideo.
Orsi intenta dar un golpe de efecto antes de que el desgaste natural lo arrastre. Sabe que el reloj corre, que el sistema lo va a resistir a muerte, y que si no mueve rápido, su gran cruzada va a quedar reducida a otra épica de cotillón.
La verdadera pregunta es si esto es un intento genuino o apenas un nuevo capítulo de esa comedia trágica que es la política uruguaya: mucho discurso y cero transformación real.